KOAN 11: EL SÍNDROME


Cuando se repartió el juego de cartas de la vida, lo siento, a ti te tocó al completo el palo de bastos.

Has nacido en un infame barrio periférico de una gran ciudad, y nunca has podido zafarte de ahí. Tu mirada sólo ha conocido estos ciclópeos monolitos de hormigón gris, estos infames bloques con ventanitas detrás de las cuales sobreviven, enterrados por su destino, aquellos desafortunados que, como tú, nunca han encontrado la salida de este abyecto barrio periférico de gran ciudad. Por muchas vueltas que has dado entre este laberinto de engendros arquitectónicos, nunca has encontrado el letrero verde de EXIT con el dibujito de un desdichado huyendo por una puerta pies para que os quiero. 

Toda tu vida has estado rodeado de tanta fealdad que ni siquiera eres consciente de ello. Todo lo que te rodea a diario es feo, sucio, degradante, infame, miserable hasta la ignominia….Y no conoces nada más !!! 

¿Es posible que alguna vez alguien se haya exprimido las neuronas para diseñar toda esta monstruosa zafiedad que te rodea o es un mero producto del azar? ¿ Es toda esta fealdad  el fruto de una extraña búsqueda estética de algún enajenado? O más inquietante todavía, todo este horror estético, todo este desaguisado urbanístico que desafía al buen gusto… ¿Responde a un plan bien trazado por una obscena ética que tiene por objetivo crear un decorado, un escenario que encoja el alma humana, que la enturbie, que la embrutezca para siempre?  A estas alturas es difícil saber la respuesta… 

 Si las cosas pueden ir a peor, no lo dudes, acaban yendo. En tu fábrica han soltado un ERE que insiste, erre que erre, en diezmar la clase obrera. Adiós al bienestar que nunca has conocido.

Los representantes sindicales reaccionan, se indignan, convocan una manifestación, una movilización general de toda la fábrica. Levantan el culo de sus poltronas para hacer un poco de ejercicio y  justificar su sueldo, se despeinan las barbas y se ponen sus mejores galas ataviados con camisas a cuadros descoloridas. Todos los obreros en pleno tomáis el metro dirección a la zona alta de la ciudad con la aviesa intención de protestar frente a la casa del patrón (perdón, ahora se dice "emprendedor") de la fábrica.

Será porque en los barrios ricos no hay industrias, será porque hace poco ha llovido, el caso es que al salir del metro  ves que allí el cielo es más límpido, más impoluto, da la sensación que Dios acaba de crear el mundo en este preciso instante.

Un rayo de sol ilumina con especial ternura una antigua y elegante casa "noucentista" haciendo brillar con intensidad su roja pared con su serigrafía de guirnaldas florales y sus angelitos blancos que parecen dar saltitos de alegría ante la inesperada visión de tanta belleza.

Súbitamente se apoderan de ti unos espasmos, unos sudores, una excitación. Tiemblas, el corazón palpita incontrolado, la mente se obnubila, te zumban los oídos y un intenso vértigo subyuga tus sentidos. Te desplomas  allí mismo, sobre la acera. Una ambulancia te devuelve a tu barrio periférico de gran ciudad, te ingresa en tu hospital. Los médicos achacan esta orgía de síntomas dispares al estrés, a la crisis, al miedo a perder el trabajo, a que el banco te embargue el piso…

Está visto que los médicos del hospital de tu barrio periférico de gran ciudad nunca han tratado a alguien con el SÍNDROME DE STENDHAL. 


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